POR ESO ESCRIBO
Por eso escribo
Desayunando, asomada al ventanal de cada día, observo cómo se filtran los rayos de sol entre los árboles haciendo que la tierra fría, por contraste, desprenda un vaho hipnótico mientras me pregunto, untando la tostada, de qué hablaré esta mañana.
Podría escribir de lo que echo de menos los abrazos. Esa carta de presentación tan mía por el placer del contacto. Quien me conoce sabe que soy de intensos abrazos. Me gusta recibir en el hueco vacío del pecho a otro corazón latiendo junto al mío; sentir el calor del cuerpo con el que me fundo; mantenernos un breve instante disfrutando de los beneficios que el abrazo deja y poder deslizar tu mano por la espalda del otro como una caricia o dejarte recibir la caricia de su mano. Si soy sincera, es de las cosas que más extraño. Ahora, si tengo que elegir entre el toque de codos o la reverencia con la mano en el pecho como alternativa al abrazo, sin duda me quedo con el segundo, así te da tiempo a mirar a los ojos que es otro magnífico pulsómetro de la frecuencia del alma. Podría escribir de los abrazos, me dije, y por eso escribo.
Podría hablar de las Navidades que se están acercando, aunque tengo la sensación de que este año también ellas mantienen la distancia de seguridad que la situación exige. En estas fechas no habrá regalos en forma de abrazos, no; pero sí una madre que seguirá dándole sostén a mi vida, y ese, sin duda, es el mejor regalo.
Por esto y por más… escribo.


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