LA VERDADERA NATURALEZA DE LA MENTE

La verdadera naturaleza de la mente

Leo que nadie puede morir sin temor y en completa seguridad mientras no haya conocido verdaderamente la naturaleza de la mente. Solo este conocimiento, profundizado a lo largo de años de práctica sostenida, puede mantener estable la mente en el caos tumultuoso del proceso de la muerte. Leer más

AMOR Y SALUD

Amor y salud

Restablecer la salud es algo que se encuentra a nuestro alcance. Perdemos absoluto poder si toda la responsabilidad la dejamos en manos de un especialista o un tratamiento.

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SANTOSHA

Santosha

Se convirtió en un clásico el silencio de septiembre en el jardín de casa. Vuelta al protagonismo de los pájaros y alguna que otra insistente chicharra. Y mentiría si dijese que no lo agradezco, principalmente porque el silencio es Leer más

EL VIAJE DEL HÉROE

El viaje del héroe

Alboreando el siglo XXI, llegó a mis manos como un obsequio en una exquisita caja de color bronce de la editorial Siruela. Dentro, dos cuidados libros: La vía del Tarot junto a otra encuadernación de poemas sobre los arcanos mayores y con ellos una pequeña baraja del Tarot de Marsella. La verdad, estéticamente, una belleza de regalo.

Este libro se cruzó en mi camino en el año de su publicación, en 2004 y es un concienzudo estudio en el que Alejandro Jodorowsky y Marianne Costa emplearon cuatro años de su vida. Yo, llevo ya más de quince intentando descifrarlo poco a poco y nunca deja de abrirme a nuevos horizontes. No es la necesidad de conocer mi futuro lo que me acerca a él, es entender mi presente y esta vía de autoconocimiento la utilizo como un instrumento terapéutico para conseguirlo. El tarot es un intento de explicación de una aventura de la que cada cual es protagonista.

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IMPARABLE NATURALEZA

Imparable naturaleza

Poco tiempo después de la muerte de Jesús Ynfante, el pequeño jardín delantero de su vivienda, o mejor podríamos decir su pequeñaselva, fue arrasado por maquinaria de poda. Supongo que los herederos del inmueble quisieron hacer la limpieza que su inquilino no hizo en muchos años. A mí que tanto me llamaba la atención esa frondosidad anárquica con esa colonia de pájaros chillones que, tantas y tantas madrugadas saliendo del pub de encuentro que quedaba cerca, me hacía levantar la mirada al cielo a ver cuántos eran los ruidosos habitantes de aquella copa que se mimetizaban a la perfección con la noche y entre las ramas. Al irse Jesús, toda esa minúscula jungla, tan personal y particular como su cuidador descuidado, desapareció con su persona; y en cuestión de nada, sin el incansable investigador y sin su selva, la casa, de repente se quedó desnuda.

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LA HISTORIA DE LOS LIBROS

La historia de los libros

V IAJO desde hace días por el mundo clásico de la mano de la filóloga y escritora Irene Vallejo; transitando la historia de los libros a través de las páginas del suyo: El infinito en un junco. Y aunque estoy en mitad de la travesía, porque quiero que el trayecto sea largo para así poder recrearme en los recodos que su escritura deja, quiero hacerte partícipe de la repercusión que, como en multitud de personas, en mí está teniendo.

Su obra viene apadrinada por los premios que atesora: el Nacional de Ensayo, cuyo jurado lo eligió «por ofrecer un viaje personal, erudito e instructivo por la historia del libro y de la cultura en el mundo antiguo, que transmite un sentimiento de colectividad en el que tanto la propia autora como quien la lee se reconoce»; por otro lado, el reconocimiento de El ojo crítico en la categoría de narrativa.

Siendo un ensayo se lee como una novela de aventuras. Los lectores, y me incluyo en ellos, pensamos que hay un sentimiento de pertenencia; cuando se lee parece que formas parte de esa aventura épica, del esfuerzo para que todo ese bagaje de libros, poemas, siga avanzando hacia el futuro.

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TRAVESÍA

Travesía

Lo que nos ha dejado el año que se fue es una oportunidad para la reflexión, un nuevo planteamiento para afrontar el que empieza.

Ya conocimos minuto a minuto los estragos porque, directa o menos directamente, nadie se quedó sin naufragar con ellos; lo más doloroso son todos los que no se salvaron. No habrá nadie en el planeta que no conociese a alguno porque casi dos millones de personas fallecidas es para que el oleaje rompa directamente en alguno de nuestros diques.

Los que seguimos aquí, unos achicando agua por las consecuencias mientras otros aprovechan la cresta de la ola, volvimos a ponernos a prueba en estos días. Y digo esto porque estoy segura de que en ningún hogar las fiestas fueron iguales que las hasta ahora conocidas. Se siguiesen todas las recomendaciones, partes de ellas o ninguna… nada tuvo que ser como antes. Y ahora que pasaron, volvimos a descubrir que somos capaces de cualquier prueba. Ese quizás es un buen punto de partida para transitar este blanco calendario que lleno de incertidumbres nos aguarda.

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EPIFANÍA

Epifanía

Tanto en el esmerado diccionario de María Moliner como en el ideológico de Casares, ambos imprescindibles desde la Universidad, la única definición que aparece del vocablo epifanía es la referida a la festividad que se celebra el 6 de enero en el que se conmemora la adoración de Jesús por los Reyes Magos. En la edición del DRAE, que lleva conmigo quince años, asoma una nueva acepción en la ventana del término apareciendo además en primer lugar, antes que la festividad religiosa: «Manifestación, aparición». Por último, consultando en la página oficial del diccionario en las redes, por actualizar lo que el de mi edición dice, encuentro que añade una alternativa: «Manifestación, aparición o revelación».

POR ESO ESCRIBO

Por eso escribo

Desayunando, asomada al ventanal de cada día, observo cómo se filtran los rayos de sol entre los árboles haciendo que la tierra fría, por contraste, desprenda un vaho hipnótico mientras me pregunto, untando la tostada, de qué hablaré esta mañana.

Podría ser de que hoy viernes que escribo es el cumpleaños de mi madre y que celebra sus ochenta y seis otoños, y digo otoños porque es su estación aunque no dejen de ser todavía, viéndola como se conserva, ochenta y seis primaveras; una sagitario que sigue conectada al mundo virtual con la elegancia que siempre tiene para todo; que sigue haciendo sus labores con un esmero y una precisión que serían reconocidas en el mundo entero pero que solo realiza para los suyos y su entorno más cercano; que a su edad tiene el enorme privilegio de valerse por sí misma y gozar de una cabeza la mar de bien amueblada, de ser independiente como siempre lo ha sido; que su generosa genética le regala la oportunidad de conocer a su bisnieto, aunque ahora solo pueda ser por videoconferencia. Podría escribir de ella, me dije, y por eso escribo.

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LAS COSAS QUE LLEVABAN

Las cosas que llevaban

Tim O’Brien, escritor estadounidense, publica varios trabajos basados en su experiencia como soldado en la guerra de Vietnam. A mis manos llega un relato que se incluye en uno de sus libros sobre este tema. El libro: Las cosas que llevaban los hombres que lucharon; el relato: Las cosas que llevaban.

Desde el punto de vista estructural, este texto presenta una manera fascinante de componer la historia. No está escrito de la forma habitual y eso ya lo hace especial. El elemento compositivo es la enumeración; la historia, de principio a fin, está contada con este recurso.

El texto es absolutamente minucioso con los pesos: lo que pesan las cartas de Martha, 300 gramos; lo que pesa el casco de acero, más de dos kilos, «incluyendo el forro y la cubierta de camuflaje»; el poncho de plástico que podía usarse como impermeable, como colchoneta o como tienda improvisada «que pesaba cerca de un kilo pero valía su peso en oro»; la radio «que pesaba como un muerto»; un talego de lona con todas las cosas que un sanitario debe llevar con un peso total de casi nueva kilos; el peso de la tierra mojada en las botas… Al peso de sus cuerpos hay que añadirle lo que llevan encima que se iguala casi a su propio peso corporal. Eso sin contar con las cosas que no pesan y que en realidad son las más pesadas: el miedo, imposible de pesar; el peso de los recuerdos; el peso de la culpa; el de la oculta cobardía…

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